Il.lustració: Milo Winter
En la rama de un
árbol,
bien ufano y
contento,
con un queso en el
pico,
estaba el señor
Cuervo.
Del olor atraído,
un Zorro muy maestro
le dijo estas
palabras
un poco más o menos:
"¡Tenga usted
buenos días,
señor Cuervo, mi
dueño!
¡Vaya que estáis
donoso,
mono, lindo en
extremo!
Yo no gasto
lisonjas,
y digo lo que
siento;
que si a tu bella
traza
corresponde el
gorjeo,
juro a la diosa
Ceres,
siendo testigo el
cielo,
que tú serás el
Fénix
de sus vastos
imperios".
Al oír un discurso
tan dulce y
halagüeño,
de vanidad llevado,
quiso cantar el
Cuervo.
Abrió su negro pico,
dejó caer el queso.
El muy astuto Zorro,
después de haberle
preso,
le dijo: "Señor
bobo,
pues sin otro
alimento,
quedáis con
alabanzas
tan hinchado y repleto,
digerid las lisonjas
mientras yo digiero
el queso"
Quien oye
aduladores,
nunca espere otro
premio.
Félix M. de Samaniego
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